Todos hemos pasado por el sistema educativo (colegios, institutos y algunos universidad) para formarnos como personas y trabajadores, pero solo unos pocos conocen sus inicios y el oscuro secreto que esconde.

Origen del modelo educativo prusiano:

Surge en Prusia en el siglo XVIII para evitar la insurrección de la ciudadanía cuando los ideales ilustrados -basados en la libertad, el progreso, la tolerancia, la democracia, la fraternidad y el laicismo- entraron en el este de Europa (Fornis, 2018). Este modelo se extendió por el resto del continente en la época de la Revolución Industrial. El objetivo era producir una clase obrera productiva, competente, respetuosa de la autoridad y cuyos integrantes se acostumbraran a cumplir horarios. La idea era enseñar a los niños a respetar a sus padres, maestros, sacerdotes y a los políticos, y a levantarse todos los días a la misma hora para ir a sus respectivos lugares de trabajo.

En sus orígenes, se entendía que el Estado debía moldear a cada ciudadano para que hiciera lo que este quisiera. Al necesitar muchas personas en las fábricas y nuevas empresas, se instó a los agricultores y ganaderos que vivían en el campo a trasladarse a la ciudad prometiéndoles una vida de abundancia material y menos monótona. La única manera de enseñar un trabajo a muchos niños al mismo tiempo era utilizando este modelo, cuyas características son:

  • Obligatoriedad de la primaria y secundaria ofertadas de manera gratuita para que el Estado pueda educar a todos los niños.
  • Les permite a los políticos transmitir a los estudiantes su pensamiento e ideología mediante programas de estudio redactados por ellos.
  • Se sienta a los estudiantes en fila mientras escuchan a un maestro decirles cómo deben comportarse para ser “buenos ciudadanos”. Esta domesticación es tan eficaz que cuando llegan a adultos se doman a sí mismos para hacer lo que le han dicho. De esta manera, se pasan la vida intentando complacer a la autoridad, ya sean padres, jefes o políticos.
  • Las clases se separan por “materias”, que deben ser memorizadas, y no tienen relación con las demás. Estas materias son dictadas en periodos de 50 minutos y saltan de una a otra. Los estudiantes sufren constantes interrupciones para que no puedan desarrollar ideas peligrosas.
  • Los profesores no pueden adaptar el contenido a las necesidades de sus alumnos: se limitan a enseñar los libros redactados o aceptados por los políticos. En consecuencia, el profesor se convierte en un mensajero del Estado. Este se puede llegar a frustrar por no conseguir que todos los niños, que son muy diferentes entre ellos, entiendan el contenido de la misma forma. En consecuencia, acaba con la idea del individualismo.
  • No permite la educación personalizada ni autodidacta, sino únicamente la colectiva, pues, tal y como se ha explicado en el apartado anterior, impide a los profesores conocer a sus alumnos en profundidad.

Actualmente, el modelo educativo prusiano se encuentra extendido en todo el mundo. La familia Rockfeller, que tenía mucha influencia política en Estados Unidos, junto con Henry Ford, lo llevaron al país norteamericano en el siglo XIX porque decían necesitar empleados especializados y técnicos (Anderson, 2023). Este hecho no solo les favoreció a ellos dos, sino a todas las familias poseedoras de oligopolios y monopolios, ya que con este modelo la población americana se dedicó a trabajar para las grandes corporaciones o para el Estado, ya fuera de forma directa o indirecta. Después de llevarlo a Estados Unidos, la Fundación Rockefeller lo extendió en Latinoamérica (Vessuri, 1994). También podemos hallarlo en ciertos países de Oriente como, por ejemplo, Japón, China o Corea del Sur. 

            

El modelo educativo prusiano está basado en la educación espartana, que le daba especial importancia al orden, la obediencia y la disciplina para crear un pueblo dócil (Medina, 2020). La educación espartana fabricaba soldados útiles a sus gobernantes, que era una oligarquía (unas pocas personas mandaban sobre el resto). Estos soldados no cuestionaban las órdenes de sus superiores: cuando les decían que tenían que ir a la guerra, así lo hacían. Rara vez, por no decir nunca, se planteaban si la guerra que libraban era justa, correcta o necesaria.

El modelo educativo prusiano aún guarda algunos de los elementos militares de la educación espartana: castigos, timbres anónimos, reglas, filas por tamaño, contenidos iguales, horarios estrictos, uniforme, recompensas, obligatoriedad, notas estandarizadas y organización vertical. Además, prioriza el aprendizaje lógico-matemático, analítico y lingüístico, que se encuentra en el lado izquierdo del cerebro. Este aprendizaje es necesario, pero el lado derecho del cerebro es igualmente importante, pues es el de la creatividad, la sensibilidad, la intuición, visualización de sentimientos, sueños y la visión global (holística), que nos permite resolver los problemas que surgen en nuestra vida (Awnsztern, 2021). Al no favorecer su desarrollo, las personas se vuelven insensibles y actúan mecánicamente adoptando rutinas poco flexibles.

¿Es realmente tan malo este modelo? No. Es difícil encontrar un sistema que funcione para todo el mundo, y la metodología es una de las mejores que se han podido desarrollar hasta ahora. El problema no es el sistema educativo, sino para lo que los políticos lo están usando: para crear trabajadores dóciles que no se cuestionen las preguntas esenciales (para qué y por qué estamos aquí), ni sepan manejar el dinero (ni invertirlo ni ahorrarlo) y que se limiten a obedecer y no pensar por sí mismos. Es evidente que este sistema no enseña a gobernar, ni a liderar, ni a profundizar en la espiritualidad, sino a ser una mera pieza de un mecanismo (al final todos somos una), pero sin conciencia de lo que está haciendo y sin oportunidad de llegar a las altas esferas -excepto si vendemos nuestra alma convirtiéndonos en personas que no les importe pisar a los demás-.

El sistema educativo, diseñado por los políticos, no nos enseña:

  • A controlar nuestros pensamientos, que son los que producen las emociones que nos llevan a actuar. A su vez, prescinden de mostrarnos técnicas como la meditación o el yoga, que nos ayudan a focalizar la atención.
  • Conocimientos sobre nutrición y alimentación que se adapte a nuestras necesidades biológicas.
  • A gestionar nuestro tiempo e impulsos para que no desperdiciar media vida consumiendo la televisión, el ordenador, las novelas, las redes sociales o cualquier otra herramienta de transmisión de propaganda y de control social.
  • A tener una relación amorosa sana y estable donde las personas no dependan emocionalmente las unas de las otras.
  • A entrar en el desarrollo personal y a evolucionar en el ámbito espiritual.
  • A estudiar por puro placer y convicción.
  • Aspectos básicos para subsistir como alquilar un piso, comprar una casa, pagar impuestos, hacer la declaración de la renta, entender las leyes, cómo funciona el Sistema D´Hondt, o actividades tan mundanas como cocinar, manejar la economía doméstica y administrar nuestro dinero para que trabaje para nosotros en lugar de nosotros trabajar por dinero (tener ingresos pasivos).

En cambio, nos enseñan:

  • A atenernos a un horario que no hemos elegido (una cosa es que nos enseñen disciplina y otra prepararnos para ser esclavos asalariados).
  • A obedecer a un líder o jefe en lugar de enseñarnos a convertirnos nosotros en un buen líder o jefe.
  • A memorizar mantras, protocolos y dogmas sin cuestionarlos para después escupirlos en un examen que no demuestra que sepamos aplicar en la práctica el conocimiento que obtenemos.

La educación nos tendría que enseñar a vivir en la realidad del día a día y ayudarnos a ser autosuficientes, libres, autónomos e independientes, no darnos conocimientos inútiles. Nos dicen que tenemos que aprender cosas en los colegios e institutos que nos servirán en el futuro, cuando la realidad es que la información que nos dan rara vez la volvemos a ver o usar en la vida.

No solo los padres o solo el sistema educativo debería enseñarnos estas cosas: la responsabilidad es de ambos + el resto de los componentes de la sociedad, porque la persona vive en un contexto. Por lo tanto, si no se cuida el contexto, tampoco se cuida a la persona, y el sistema educativo entra dentro de ese contexto. En adición:

  • La mayoría de padres están trabajando 8 horas al día en el mercado laboral, por lo que tienen muy poco tiempo para enseñarles a los hijos lo que les gustaría, de ahí que confíen en que el Estado, a través del sistema educativo, les va a entregar a sus hijos las herramientas que ellos no tienen tiempo de darles para tener una vida digna.
  •  El niño se pasa otras 8 horas en el colegio aprendiendo conocimientos que solo sirven para tener gimnasia mental y desarrollar la capacidad de memorizar, por lo que el tiempo que le queda solo puede invertirlo en cuidar su cuerpo para no enfermar o para entretenerse consumiendo propaganda (programas de televisión, redes sociales, videojuegos, series o películas), pues no es capaz de encontrar un guía o referente que le muestre lo que debería hacer con su tiempo libre.

¿Cómo podemos desarrollar el hemisferio derecho del cerebro, ese que el sistema educativo rara vez le presta atención? El arte, el deporte y la espiritualidad son los elementos que más nos ayudan a ello. Sin embargo, dependiendo del ejercicio que hagamos usaremos el lado derecho o el izquierdo. Para levantar pesas o hacer ejercicio en máquinas no es necesaria la intuición, aumentar los reflejos o ser creativo, ya que consiste en repetir un movimiento. En cambio, el fútbol, el voleibol o el tenis sí son ejemplos de deportes que ayudan a desarrollar el hemisferio derecho.               

Los hombres, en general, suelen usar más el lado izquierdo del cerebro y las mujeres el derecho debido a una cuestión hormonal (Pérez, 2019). Este es el motivo de que a las mujeres se les den mejor las materias relacionadas con las humanidades como la publicidad, la comunicación, la psicología o la sanidad y a los hombres las relacionadas con los patrones, como por ejemplo las matemáticas, la ingeniería, la mecánica, la física y la informática. A su vez, los diestros frecuentemente usan más el hemisferio izquierdo y los zurdos el derecho (González, Hornauer-Hughes, 2014).

Sabiendo esto, creo que es vital enseñar a los niños a ser ambidiestros y ambizurdos. El 80% de la población mundial es diestra. Es posible que muchos no lo seamos porque hayamos nacido así, sino porque es lo que hemos visto de pequeño e imitado. Hay psicólogos que aseguran que si nos educaran para equilibrar el hemisferio izquierdo (analítico) y el derecho (creativo) podríamos ser genios como Leonardo Da Vinci, Albert Einstein o Steve Jobs.                                                                                                                                          


Bibliografía:

Anderson, I. F. (2023). Ensayo para construir un marco teórico (histórico, económico-productivo y legal) de la formación de las Escuelas Técnicas Secundarias en la República Argentina.

Awensztern, C. (2021). La creatividad como deuda pendiente del sistema educativo (Doctoral dissertation, Universidad de Belgrano-Facultad de Arquitectura y Urbanismo-Licenciatura en Publicidad).

Fornis, C. (2018). Apropiaciones de Esparta por el nacionalsocialismo: el Estado racial. Actes du Groupe de Recherches sur l’Esclavage depuis l’Antiquité36(1), 583-597.

González, R., & Hornauer-Hughes, A. (2014). Cerebro y lenguaje. Revista Hospital Clínico Universidad de Chile25(1), 144-153.

Medina Gual, L. (2020). La reconfiguración de la educación escolarizada.

Pérez, J. A. P. (2009). Cerebro derecho, cerebro izquierdo. Implicaciones neuropsicológicas de las asimetrías hemisféricas en el contexto escolar. Psicología Educativa. Revista de los Psicólogos de la Educación15(1), 5-12.

Vessuri, H. (1994). La ciencia académica en América Latina en el siglo XX.