Un desconocido entra en nuestra casa con nuestro permiso cada final de mes y nos quita entre el 20 y el 50% de la comida que tenemos en la nevera para alimentarse a sí mismo, a sus amigos y a 3 vagabundos que le han pedido ayuda. Por si fuera poco, nos pone difícil comprobar si le ha dado finalmente parte de nuestra comida a 3 vagabundos porque solo nos ha dicho dónde viven, pero no sus nombres.

Eso es lo que está pasando: los políticos nos están quitando -con nuestro permiso- entre el 20 y el 50% del dinero que ganamos para garantizarse a ellos mismos y a sus amigos (otros políticos, ciertos funcionarios innecesarios y sus propias familias) un sueldo, y lo que sobra lo invierten en cosas que ellos deciden (algunas son necesarias, otras, no). Realmente, si añadimos todos los impuestos, como el IVA, el IRPF o el impuesto de circulación, hay personas que están pagando al Estado un 70% de lo que ganan. Estamos trabajando la mitad del año o más para el Estado. ¿Es esto un problema? Sí, porque antiguamente, cuando aún existían los reinos, los reyes pedían a los comerciantes como máximo el 10% de lo que poseían. Esto dejó de ser así tras la construcción de los Estados artificiales.

Nosotros no podemos decidir a dónde va destinado ese dinero. Ahora bien, los sitios web donde explican donde han mandado nuestro dinero están repletos de una opacidad casi absoluta y contienen una cantidad indecente de tecnicismos. Además, puede darse el caso de que parte de nuestro dinero, que debería haber ido a algún asunto necesario, acabe en los bolsillos de algún corrupto o en lugares donde no deseamos que llegue, como los medios de comunicación, bancos o cualquier otra empresa privada o estatal que ayudan a mantener el sistema socioeconómico corrupto, el cual utiliza el modelo educativo prusiano para sostenerse.

La libertad consiste en decidir lo que quieres hacer con lo que es tuyo: tu tiempo, tu casa o tu dinero. A todos nos gusta poder decidir lo que vamos a hacer hoy, a quién dejamos entrar en nuestra casa y a quién le hacemos regalos en Navidad y a quién no, ¿verdad? Justificar que hay que obligar a una persona a pagar impuestos es justificar que yo obligue a un desconocido a dejarme entrar en su casa a final de mes y quitarle la mitad de su comida para alimentarme yo, mis amigos y lo que sobre repartirla a quien considere oportuno y justo. Si le gusta a quién le doy su comida, todos contentos. Si no, bueno, puede hacer ruido en la puerta de mi casa. No le echaré cuentas. Sin embargo, lo que debo hacer desde el principio es respetar la libertad del desconocido de hacer con su comida lo que quiera: si me la quiere dejar, perfecto, y si no, me aguanto. En otras palabras, lo que debería hacer el Estado es respetar la libertad de los ciudadanos de hacer lo que quieran con su dinero. Pagar impuestos y usar los servicios públicos debería ser opcional.

Dicho esto, estoy a favor de pagar impuestos y ayudar a los demás. No obstante, el principal argumento por el que defiendo que debería ser opcional es para que los ciudadanos podamos adoptar una medida con la que poder echar a los políticos que no cumplan con sus funciones. Si se deben al pueblo, el pueblo debería poder gozar de la capacidad de quitarlos cuando incumplen la ley y, sobre todo, la Constitución.

Se llama “impuestos” porque nos los imponen. ¿En qué sociedad libre y democrática una persona o ente puede imponer algo a sus ciudadanos? Muchos de los que trabajan en el sector privado ayudan a otros indirectamente con los impuestos que pagan por coacción, no por amor o generosidad, como debería ser. Otros sí lo hacen y pagan esa cantidad indecente de impuestos encantados, aunque son los menos. Con todo, por el simple hecho de no poder dejar de pagar impuestos la clase dominante se mantiene en el poder.   

  • Fernando, la mayoría del dinero público se destina a construir y mantener carreteras, al sistema sanitario y el educativo, entre otras cuestiones que garantizan la armonía y desarrollo en sociedad… ¿Es que no estás a favor de mantener la Seguridad Social?
  • La Seguridad Social y los Estados de Bienestar me parecen una gran idea, pero son insostenibles según los economistas más reputados, y por eso la inflación nunca dejará de aumentar. Generan una deuda altísima y ningún beneficio. Deberíamos poder dejar de pagar impuestos y usar los servicios públicos. Así tendríamos una forma de exigir a nuestros políticos que corrijan sus acciones.

Muchas empresas están llevando a cabo una mayor labor social que el propio Estado. En este momento de la historia la sociedad civil está mucho más cualificada para ayudar a los necesitados y mejorar la vida en sociedad que los políticos, que se han convertido en un obstáculo para el avance y mejora del país, pues muchos no tienen ni idea de lo que están haciendo y a otros no les importan las consecuencias. Si nuestros gobernantes fueran tecnócratas, aceptaría el hecho de que saben dónde invertir el dinero para ayudar a la sociedad mejor que la mayoría de los que componen la sociedad civil, pero como son unos ignorantes o unos títeres de las grandes corporaciones, no hay quien se pueda fiar de ellos.

Lo que hace falta es una revolución cultural que enseñe a las personas a controlar sus egos, que favorezca la cooperación y que acabe con la competición salvaje, la producción sin sentido y la consumición excesiva. Esto tiene que acabar: tenemos que exigir a nuestros políticos honestidad y transparencia.            

Por cierto, las carreteras están hechas un asco (solo hay que ir al sur de España para comprobarlo), los sanitarios se quejan de que hay una falta urgente de personal por escasez de dinero público destinado a su sector y el sistema educativo está cada vez peor, solo hay que observar a los jóvenes que salen de los institutos. Por añadidura, está el asunto del dinero-deuda (cada vez pedimos más crédito a la Unión Europea, por lo que aumenta la inflación al añadir más dinero al mercado, lo que hace perder valor a la moneda, pues cuenta más cantidad de un bien haya en el mercado menor valor posee). Dentro de unos años el sistema económico mundial, no solo el español, colapsará, y los economistas lo llevan advirtiendo desde hace años. Bueno, en realidad, ya colapsó en 1971. Estamos viviendo las consecuencias, y esto solo irá a peor a no ser que actuemos pronto.                                               

¿Y el IVA? ¿A nadie le parece un robo? 21% del precio del producto o servicio va al Estado. Eso era impensable hasta 1986, año en el que entramos en la Comunidad Económica Europea. Empezó siendo del 6%. Vamos por el 21% y subiendo. ¿Por qué el consumidor final tiene que pagar algo al Estado cada vez que compra algo? ¿Para mantener un sistema que cada año que pasa ahoga más al sector privado, que es el que sostiene al sector público? ¿Y qué ciudadanos han pedido que se adopte esta medida? Los que viven a pie de calle, no, eso está claro. De realizarse un referéndum para quitar el IVA, vencería el sí por mucha diferencia. La decisión de hacerlo obligatorio no estuvo consensuada: la tomaron unos cuantos que estaban en el poder y que no nos representaban.

¿Y seguimos pensando que vivimos en democracia y que no existe ningún “sistema”, cuando somos el país de la Unión Europea que más impuestos paga? ¿Es que acaso quieren tener el control sobre todo lo que compramos y vendemos? ¿Por qué? ¿Para garantizar nuestra seguridad? Nadie puede garantizar nuestra seguridad. Las multinacionales ahora tienen más poder que los propios políticos. Los únicos que podemos garantizar nuestra propia seguridad somos nosotros mismos alejándonos de la mano del Estado y dejando de consumir los productos y servicios de las grandes corporaciones que controlan el mercado mundial.        

El Estado nos extorsiona a todos los ciudadanos. Hay que empezar a llamar las cosas por su nombre y dejar de usar eufemismos por no sonar “políticamente correcto”.             


Bibliografía:

Análisis Statista sobre que el sistema económico mundial no es sostenible: https://es.statista.com/temas/8697/pandemia-colapso-reseteo-y-nuevo-orden-economico-mundial/#topicOverview