Hay evidencias de que las estadísticas se retuercen para borrar el padecimiento de los hombres modernos (Reeves, 2023). Los medios de comunicación españoles hablan de machismo tres veces más que otros países (Rozado, 2023). Además, hemos llegado a un punto de la historia donde las mujeres tienen más privilegios jurídicos que los hombres, véase la Ley de Violencia de Género, Ley de Igualdad y Ley de Divorcio. Los problemas de los hombres por razón de género se niegan o consideran poco importantes debido a que la narrativa de víctima sobre la que se funda el feminismo político, que no el movimiento feminista, ha requerido el establecimiento de un villano: el hombre masculino. Esto ha traído como consecuencia que el sufrimiento de los másculos se interprete como una eliminación de sus privilegios en lugar de como una erosión de sus estilos de vida. Es decir, se piensa que los hombres se merecen por todo lo que están pasando (Jiménez, 2019).
Hay mucha confusión sobre la masculinidad porque es una quimera diseñada por ciertas mujeres de las altas esferas, igual que hasta el siglo XX la feminidad fue diseñada por los hombres machistas en el poder. Es cierto que los hombres que se encuentran en la cima de la esfera social (los que componen la élite) siguen mejorando, pero los hombres en general no.
Hasta hace poco, el sexo masculino asumió el rol de proveedor de recursos y protector de la familia, y el sexo femenino asumió el rol de cuidadora del hogar y los hijos. Sin embargo, las mujeres se convirtieron en proveedoras al incorporarse de forma masiva al mercado laboral, y el rol de cuidadoras lo siguen manteniendo. Esto ha tenido efectos positivos, como que el matrimonio sea una opción social y no una necesidad económica. Pero también ha tenido efectos negativos, como que el hombre haya perdido su propósito que le permitía sentirse realizado (mantener a la familia). De hecho, las mujeres ahora son el principal sostén de las familias en el 41% de los hogares estadounidenses (Glynn, 2019). Y muchas de las que viven en barrios pobres han empezado a ver a sus maridos como una boca más que alimentar aparte de a sus hijos. Las expectativas de que las esposas se dediquen a las tareas del hogar han casi desaparecido en los países occidentales, pero la de que el marido sea el sostén de la familia y tenga que traer dinero a casa persiste.
En adición, los divorcios han aumentado enormemente (Carrasco, 2021), y son psicológicamente más duros para los hombres que para las mujeres (Rosenfield, 2018). El motivo del incremento de la tasa de separaciones es que el sistema de bienestar permite a las mujeres liberarse de la necesidad de un marido. Ellas buscan independencia, no alguien a quien mantener, como es normal. La liberación del marido es algo bueno. No obstante, en realidad, muchas mujeres, sobre todo las madres solteras, no han alcanzado la independencia, pues son dependientes de las ayudas del Estado. Han pasado de depender del hombre a depender de los políticos. No lo veo como un motivo de celebración: siguen teniendo que obedecer a alguien, pues, si no cumplen los requisitos que el Estado les impone, no pueden recibir las ayudas.
Parece ser que ahora los hombres necesitan más a las mujeres que éstas a los hombres. Antes las mujeres dependían económicamente de los hombres y los hombres dependían emocionalmente de las mujeres. Ahora las mujeres ya no necesitan económicamente a los hombres, pero los hombres siguen necesitando emocionalmente a las mujeres -algo que, por supuesto, hay que corregir-. Los estudios nos dicen que las mujeres económicamente independientes prosperan a pesar de estar solteras, pero los hombres sin esposas suelen gozar de peor salud que los casados, sus índices de empleo son menores y sus redes sociales más endebles (Cox, Witt-Swanson, Orrell, 2022). Según Richard R. Reeves, actualmente las mujeres hallan más sentido a su vida, y de muchas más fuentes, que los hombres.
Otra contrariedad que debemos atender es que los hombres corren mayor riesgo de aislamiento, de desarrollar depresión o cometer suicido porque construyen menos relaciones sociales sólidas. Es decir, tienen menos amigos. El predominio del uso del hemisferio izquierdo del cerebro, debido a una mayor producción de ciertas hormonas, provoca que no le den tanta importancia a las personas como las mujeres. Tenemos que equilibrar esta situación ayudándoles a desarrollar el lado derecho del cerebro. De hecho, suelen depender de una novia o esposa para organizar la vida social y que actúe como confidente (Olds, Schwartz, 2009). Cuando las relaciones se terminan, las mujeres crean nuevas amistades mucho más rápido.
En este punto considero relevante recordar que el sexo femenino tiene tendencia a la hipergamia tanto por cuestiones biológicas como culturales. Es decir, suelen relacionarse amorosamente con hombres que tienen mayores ingresos o un mayor estatus social que ellas. Si a eso le añadimos que la economía se aleja de los empleos tradicionalmente masculinos cada vez más y que la inteligencia artificial acelerará este proceso, es claro que los hombres necesitan encontrar una nueva tarea a desempeñar en la sociedad. Muchos creen haber perdido su utilidad en la vida pública, una forma de ganarse la vida de manera digna y el aprecio en el hogar. En este nuevo panorama, la masculinidad antigua parece no encajar.
La virilidad es frágil porque es un constructo social, mientras que la feminidad es más robusta al estar determinada por la biología -la capacidad de reproducción-. Un hombre se define por lo que hace, no por lo que es. En cambio, a las mujeres se las valora más por lo que son que por lo que hacen.
Se necesita urgentemente una nueva masculinidad prosocial sin perjudicar en el proceso los avances que han hecho las mujeres en sus derechos y libertades. Este es un tema que nos urge a todos, no solo a los hombres. Muchas feministas consideran que el avance en sus libertades se debe únicamente a la persistencia y esfuerzo de sus compatriotas, pero lo cierto es que han necesitado la ayuda de muchos hombres para conseguir cumplir sus anhelos emancipadores. De la misma manera que algunos hombres se han comprometido a colaborar con las mujeres en su búsqueda de la independencia económica, ahora es necesario que las mujeres se comprometan a ayudar a los hombres a solucionar sus nuevos problemas.
La izquierda les dice a los hombres que deben ser como sus hermanas y demoniza la masculinidad. Les dice que su hombría es un problema, y puede que esa sea la causa de que muchos se retiren a las drogas, los videojuegos y la pornografía. La derecha les dice que deben ser más como sus padres y creen que debemos volver al modelo antiguo donde el hombre tenía un papel de proveedor y protector que daba sentido a su vida. Al decirles esto los hombres intentan imitar el modelo de másculo chulo y agresivo. Ambos están errados.
Hombres: es momento de adquirir más responsabilidades en el hogar y crianza de los hijos a la vez que seguimos dejando espacio a las mujeres en el ámbito profesional.
Mujeres: es momento de ceder poder en el hogar y trascender la hipergamia.
Bibliografía:
Carrasco Olabarria, C. (2021). El divorcio y su repercusión en los hijos.
Cox, D. A., Witt-Swanson, L., & Orrell, B. (2022). Emerging trends and enduring patterns in American family life. AEI Survey Center on American Life, February, 9.
David Rozado, «El desproporcionado número de referencias al machismo en los medios de comunicación españoles», 8 de marzo de 2023.
Glynn, S. J. (2019). Breadwinning mothers continue to be the US norm. Center for American Progress, 10.
Jiménez, D. (2019). Deshumanizando al varón: Pasado, presente y futuro del sexo masculino. Daniel Jimenez.
Olds, J., & Schwartz, R. S. (2009). The lonely American: Drifting apart in the twenty-first century. Beacon Press.
Reeves, R. V. (2023). Hombres: Por qué el hombre moderno lo está pasando mal, por qué es un problema a tener en cuenta y qué hacer al respecto. Deusto.
Rosenfeld, M. J. (2018). Who wants the breakup? Gender and breakup in heterosexual couples. In Social networks and the life course: Integrating the development of human lives and social relational networks (pp. 221-243). Cham: Springer International Publishing.
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