Aquí respondo a las preguntas que me hacéis en los comentarios de YouTube, por correo o cualquier otro medio y os comparto algunas reflexiones de cuestiones que trato en las entrevistas.
- «Nando, estás en un encrucijada. ¿Eres un capillita que está siendo abducido por los New Age o un New Age que está siendo traído a la razón por el cristianismo?» Esta es una duda que me ha planteado una mujer en los comentarios de la entrevista con Jean Pierre Malet.
Esta es mi respuesta: No soy ni capillita ni New Age. Para que podáis entender mis creencias, os explico mi contexto: No había escuchado el término espiritualidad ni me interesaban las religiones hasta octubre de 2023, 3 meses después de cumplir los 22 años. Ahora estoy cerca de cumplir los 24. Hasta la fecha mencionada rechazaba todas las religiones y filosofías de vida porque, dentro de la ignorancia e inconsciencia en la que vivía, me parecían sectas sin ninguna lógica. Diversos acontecimientos me llevaron en 2023 a iniciar una búsqueda tanto interna como externa de la verdad. Fue entonces cuando mi opinión sobre las distintas religiones, filosofías de vida, cosmologías y culturas que existen en el mundo comenzó a cambiar. Aún no puedo definirme porque sigo en esa búsqueda. Tras casi dos años de investigación todavía no he podido decantarme con rotundidad por ninguna teoría científica, religión, filosofía de vida, cosmología o cultura. Al menos, creo haber encontrado una parte de la verdad, que ya es mucho. Y lo digo desde la humildad, que significa: «andar en verdad», no decir que eres menos de lo que eres realmente.
Por el momento, mi conclusión provisional actual es: en la teoría científica del desdoblamiento del tiempo y el espacio es donde hallo mayor verdad. Con todo, sé que no hay una única manera de expresar la realidad, y por eso trato de entender lo que dicen la mayoría de las religiones, filosofías de vida, cosmologías o culturas, dentro de mis limitadas capacidades. Todas ellas, cada a su manera, también tratan de explicar la realidad, y puedo asegurar que he hallado algo de verdad en muchas de ellas. De hecho, en ocasiones me he percatado que expresan lo mismo, pero de forma diferente.
Si dejamos a un lado la teoría del desdoblamiento, la religión donde encuentro mayor verdad es la cristiana católica apostólica romana. Pero no porque Jesús dijera: «Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida», sino porque es la religión que más lógica tiene dentro de mi sistema de creencias, el cual está condicionado por el programa con el que he venido, el contexto en el que nacido y me he desarrollado, la lengua que hablo y por la información que he recibido y elaborado. Y si tenemos en cuenta la teoría del desdoblamiento, es la religión que más concuerda con ella.
Hay demasiados cabos sueltos que deja la religión cristiana que la teoría del desdoblamiento logra explicar. De igual manera, la teoría del desdoblamiento deja otros cabos sueltos distintos que la religión cristiana logra explicar. Es curioso este hecho.
Cualquiera con dos dedos de frente sabe que el Jesús histórico nunca pronunció la frase: «Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida». El evangelista se la atribuyó. Es decir, Juan (o quien o quienes hayan escrito el evangelio) puso en boca de Jesús esas palabras y muchas otras que sabemos con certeza que nunca dijo. Si os interesa conocer mejor al Jesús histórico, el que existió de verdad, no el Jesús mitificado ni el Cristo, y deseáis saber todo lo que podría ser cierto o inventado de lo relatado en los evangelios, os recomendaría la saga de «Un judío marginal», una investigación muy seria y alabada a nivel mundial escrita por John P. Meier, un sacerdote católico americano estudioso de la Biblia. En estos libros comenta la probabilidad de que ocurrieran los acontecimientos escritos en los 4 evangelios, con la mayor objetividad posible, ya que la objetividad absoluta es una quimera. Es imposible de alcanzar en esta realidad donde necesitamos usar la mente. Todos tenemos sesgos, lo queramos o no.
No tengo miedo a esa contaminación por escuchar otras opiniones de la que hablan los ortodoxos o fundamentalistas de cualquier teoría científica, religión, filosofía de vida, cosmología o cultura, porque lo que busco es la verdad, no defender mi verdad. Es decir, mi objetivo no es reafirmarme en la teoría del desdoblamiento ni en el cristianismo. Estoy abierto al cambio de opinión. Si mañana descubro mayor verdad en el hinduismo, pues me convertiré en hinduista, lo cual no creo que vaya a ocurrir, pero es por poner un ejemplo. Para llevar a cabo esta búsqueda de la verdad me dejo guiar por las informaciones que creo que provienen del desconocido del futuro aliado (que, en definitiva, vienen del doble) después de haberme detenido a discernir en condiciones adecuadas, como las que sugiere la oración contemplativa. Espero que esta extensa explicación haya aclarado vuestras dudas respecto a mis creencias.
PD: No me gustan las procesiones de Semana Santa. Entiendo su sentido y acepto que pueden ayudar a algunas personas a entrar o a mantenerse en la fe. Sin embargo, considero que es una forma primitiva de vivir la fe. Cuando subimos de nivel de consciencia, no necesitamos imágenes, música ni sentimientos para conectar con Dios, Jesús, María o los santos (o, mejor dicho, para conectar con las informaciones del doble -que vienen de un desconocido del futuro aliado-). Si Jesús levantara la cabeza y viera una cofradía, estoy convencido de que se llevaría las manos a la frente y diría: No habéis entendido nada.
Por cierto, Jesús nunca habló de Dios, sino de Abba, Padre. No es lo mismo. El término Dios, como bien explica Óscar Martín en su entrevista conmigo, no se encuentra escrito en ninguno de los textos antiguos. El término Théos es el que usaban los judíos para referirse al Altísimo. Pero Théos no se refiere al Dios que entienden los cristianos. Y Jesús tampoco entendía al Padre como entiende el cristianismo a Dios, sino que llamaba Padre a su doble (deducción lógica que sacas cuando profundizas en la teoría del desdoblamiento, y que Óscar Martín explica en su entrevista también). Por eso hay que darle una repensada a lo que creemos que es Dios. Yo lo entiendo como una energía creadora omnisciente y omnipotente (el amor). En la teoría del desdoblamiento, lo que creemos que es Dios sería una mezcla entre el Creador, nuestro doble y el desconocido del futuro aliado. Digo mezcla porque el cristianismo le atribuye capacidades a Dios que podemos hallar o bien en el Creador o bien en el doble o bien en el desconocido del futuro aliado. Por ejemplo, según la teoría del desdoblamiento, el Creador no nos ve a nosotros, mientras que el cristianismo explica que Dios sí nos ve en todo momento y que puede comunicarse con nosotros a cada instante a través de la realidad. En cambio, según la teoría del desdoblamiento, el único que se comunica con nosotros directamente es el desconocido del futuro aliado, el cual recibe informaciones de nuestro doble. También es cierto que Jean Pierre asegura que el Creador puede comunicarse indirectamente con nosotros a través de transmitirle unas informaciones a los dobles de las Criaturas Inmortales en el tiempo 7, estas se las transmiten a nuestros dobles en el mismo tiempo 7, nuestros dobles a un desconocido del futuro aliado y el desconocido del futuro aliado finalmente nos la da a nosotros.
El Espíritu Santo no es más que una información benevolente, equilibradora o que aumenta nuestra consciencia que proviene del desconocido del futuro aliado, que ha recibido previamente esa información de nuestro doble.
2. Hay vídeos o entrevistas en las que he dicho cosas que ya no opino o que considero, en mi situación actual, erróneas. Sin embargo, nunca eliminaré esos vídeos o entrevistas, a pesar de que esas ideas puedan hacer daño o llevar a la equivocación a alguien, porque creo que es mejor demostrar que las personas podemos cambiar, evolucionar y, sobre todo, rectificar. Me parece más valiente cambiar de opinión que defender una postura solo por querer mantener la credibilidad.
Nunca pensé que la responsabilidad que se siente cuando mucha gente te ve o escucha fuera tan grande. Desde luego, no tengo el mismo cuidado al decir las cosas ahora que cuando comencé el proyecto del podcast. No por miedo a lo que la gente opine, sino por respeto y consideración a los que me veis y escucháis. Me siento en el deber de comunicar haciendo el mayor bien y cometiendo los menores errores posibles, teniendo en cuenta, por supuesto, que muchas veces hacemos el mal inconscientemente, y evitarlo no es posible en todos los casos, pues somos humanos.
Me dedico a hacer preguntas, algo que siempre se me ha dado bien (de pequeño me decían preguntón e impertinente), y a la escucha, algo que he tenido que aprender con mucho trabajo. Es muy bonito hacer sentir a otra persona que es importante y que tiene algo que decir a través de la escucha y de hacerle preguntas. Nos valoramos muy poco a nosotros mismos. En especial, valoramos muy poco el bien que podemos hacer con llanamente ser o estar, y eso tiene como consecuencia que no valoremos lo que los demás nos aportan.
No voy a mentir: en determinados momentos de mi vida he hecho grandes esfuerzos por ser el centro de atención. ¿Para qué? Para sentirme querido. No obstante, ahora disfruto mucho más pasar desapercibido. Cuando he empezado a vivir más desde la contemplación que desde la acción estoy menos estresado y me siento más feliz y pleno. Es curioso cómo existen personas con un alto nivel de consciencia, como Belén, una de mis acompañantes espirituales, y, sin embargo, muy pocas personas se percatan de su enorme sabiduría. Lo mismo ocurre con algunas personas que he conocido; se ven obligadas a hacerse las tontas para no intimidar a los demás. Dentro de que todos vivimos en el mismo planeta, muchos lo hacemos en dimensiones de la realidad distintas, y medimos el tiempo de manera diferente. Algunos, incluso, ni siquiera lo miden, y esa es una de las claves de la felicidad.
Khrisnamurti decía: «La capacidad de observar la realidad sin evaluar es la forma más alta de inteligencia». Tiene otra frase que dice algo así como: «La felicidad llega cuando eres capaz de observar la realidad relajadamente».
Hace unas semanas, jugando a las películas en el cumpleaños de mi amiga Maite, había gente a la que le daba vergüenza salir a interpretar con gestos la película que tenía que adivinar su equipo. El origen de esta actitud era el miedo al ridículo, a la opinión ajena. ¿Nadie se da cuenta de que es mejor abandonarse y vivir en lo que uno quiere y le apetece hacer?
Hemos normalizado que haya mucha gente que no sea ella misma y que mendigue el amor por miedo a la soledad. Encima, tratamos que los demás sean como nosotros queremos que sean. Estamos creando fotocopias y personas infelices. Hemos nacido en una sociedad enferma que se ha acostumbrado a vivir con esa enfermedad. De tanto que lo ha hecho, se ha olvidado de la sensación de estar sano. Y no solo eso, sino que ha olvidado que es posible estarlo.
3. No somos lo que pensamos, ni lo que sentimos, ni lo que hacemos, ni lo que decimos. Somos el observador de todo esto. Gran reflexión de Pablo d´Ors en mi entrevista con él. Incluso podríamos decir que somos meros observadores de la realidad, no solo de nosotros mismos. Eso sí, condicionados por una serie de factores (cultura, lugar de nacimiento, programa con el que hemos venido, etc.)
Todos conocemos la manera de entrar en el camino espiritual: adquirir mayor conciencia de la realidad. En otras palabras, adquirir mayor conciencia de lo que pensamos, sentimos, hacemos, decimos, de lo que nos rodea, de cómo actuamos ante los acontecimientos externos, de cómo actúan los demás, de lo diferente que pueden llegar a ser las personas, etc. El segundo paso es cambiar, poco a poco, pues es un proceso gradual, aquello de nosotros mismos que creemos que nos impide cumplir nuestra misión, la voluntad de Dios. Los hábitos no se pueden eliminar, pero sí se pueden sustituir por otros mejores. De igual manera, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones no se pueden eliminar, pero sí sustituirlos por otros mejores. Eso es purificarse.
Sin embargo, ¿existe un último paso en el camino espiritual? Parece ser que no, que la meta es el camino, que nunca podremos ni deberemos saberlo y entenderlo todo, que la vida es un nacer y morir cada día, un constante cambio. Me ha costado aceptarlo. Si inicié el proceso de buscar la verdad fue porque me gustó la idea de que existía un estado interno que debía alcanzar y una misión que tenía que cumplir, tanto asignada como elegida, y que cuando alcanzara ambos moriría. ¿Dónde queda el disfrute tras haber conseguido llevar a buen término mi propósito? Después de la muerte. ¿Es esta vida un sacrificio, pues? En mi opinión, así es. Pero también es un regalo que podemos aprender a disfrutar. «El camino mola», decía Luis Noval, uno de mis invitados.
Hay quien define esta vida como la atracción del tren de la bruja: la primera vez que te montas te da miedo y lo pasas fatal (te asustan, te golpean cuando menos te lo esperas, lo ves todo oscuro, etc). La segunda vez que te adentras ya sabes lo que te va a venir y tus ojos se acostumbran a la oscuridad, por lo que no lo pasas tan mal. Y la tercera, si has aprendido de las dos anteriores, te ríes mientras esperas el momento oportuno para quitarles las escobas y el resto de cachivaches a las brujas. Ya no te dan miedo. Incluso te diviertes jugando con ellas. Esta analogía no quiere decir que vengamos 3 veces a la Tierra (no creo en la reencarnación), sino que la vida es una constante repetición de entrar en el tren de la bruja. Somos puestos a prueba en cada etapa de nuestra vida para hacernos mejores, más sabios y astutos y, sobre todo, para que aprendamos a vivirla desde el disfrute.
El error que cometía que me impedía disfrutar la vida no era tener deseos ni falta de experiencia (porque hay gente que ha entrado 100 veces en la atracción de la bruja y aún no se entera de cómo esquivar los ataques y defenderse), sino tener malos deseos. Los deseos son necesarios. De lo contrario, el ser humano no se movería. Lo crucial, me he dado cuenta, es alinear los nuestros con los de Dios. Pero no solo eso, sino que también me dificultaba el disfrutar poner mi felicidad y paz interior en conseguir satisfacer esos deseos. ¿Cómo podemos evitar sufrir persiguiéndolos, entonces? La respuesta es obvia para todos: desapegándonos del resultado. Pero, ¿cómo se logra el desapego? La única manera que he descubierto es a través del agradecimiento continuo y constante. Si tenéis otra, os agradecería que me la compartierais.
Mientras tanto, valoro y agradezco cada instante del día, por muy pequeño o grande que sea. Doy gracias incluso por lo que creo negativo, como el esguince cronificado que tengo desde junio de 2024. He aprendido cosas con él. Está siendo un gran maestro, además de un gran acompañante (no me abandona ni un segundo por mucho reposo que guarde. Eso sí es lealtad, y lo demás son tonterías).
Para empezar, me construí una rutina de agradecimiento: todas las mañanas me despertaba y lo primero que hacía era escribir 3 agradecimientos y todas las noches me acostaba escribiendo otros 3. ¿Por qué lo escribo en pasado? Porque mi rutina ahora es distinta: agradezco cualquier cosa a todas horas.
4. Hace un tiempo le escribí una carta a una amiga. Le hizo tanta ilusión que quiso escribirme una carta de vuelta, a modo de respuesta. Se lo agradecí. Sin embargo, no me encantó la idea de recibirla.
Le escribí la carta porque salió de mí hacerlo, porque el corazón y el cuerpo me lo pedían. Quería que la disfrutara. No esperaba ni quería algo a cambio. Es una mujer que da mucho más a los demás de lo que recibe. Por supuesto, no recibe más de lo que Dios nos da (Él siempre nos da mucho más de lo que podemos ofrecerle nosotros). Cuando le dije que me molestó recibir su carta porque no quería algo a cambio, me hizo saber que me la escribió porque salió de ella, porque su corazón se lo pidió, no porque se viera obligada.
Esta situación me ha hecho reflexionar. Pensaba que mi amiga no sabía recibir sin dar algo a cambio y resulta que soy yo el que no sabe recibir. Dicen que los demás son espejos para nosotros. Tengo la tendencia a pensar que la gente me da cosas no por amor ni porque salga de ellos/as, sino por interés o por miedo a perder mi afecto o amistad. Muchas veces, no siempre, me siento en el deber moral de dar algo a cambio después de recibir. Y no solo eso, sino que siento que debería hacerlo en la misma medida o en una mayor. Me estoy trabajando ambas cosas.
En algún momento u otro todos aprendemos a dar, pero no siempre se aprende a disfrutar de lo recibido. Hace un tiempo comprendí que amar es arriesgarse. Cada vez que lo hacemos nos exponemos a ser rechazados, odiados o marginados. No estamos llamados por Dios a vivir en la seguridad, sino en la incertidumbre y en la plena confianza en Él.
Creo que deberíamos tener presente que siempre que damos algo a las otras personas tienen todo el derecho a no darnos algo a cambio, a rechazarnos, a ignorarnos, a abandonarnos o incluso a hacernos daño. Jesús amó sin medida. Amó tanto que la gente no supo lo que hacer con tanta cantidad. Lo crucificaron porque en aquella época no sabían recibir, porque sus recipientes no eran los suficientemente grandes. Espero y deseo que nosotros no cometamos el mismo error si realmente estamos en el final de los tiempos.
Saldremos adelante (ya lo estamos haciendo).
5. Óscar comenta en la última entrevista que el amor es más un ejercicio intelectual que emocional y voy a dar mi opinión, pero primero responderé a la pregunta que me ha hecho una suscriptora de qué es lo que creo que piensan Pablo d´Ors y Javier Melloni sobre el pecado y qué dirían respecto al proceso para dejar de pecar que propone Óscar. Evidentemente, no voy a poner en boca de Pablo y Javier palabras que nunca han dicho, sino solamente plantearé hipótesis respecto a lo que dirían.
Recientemente he entrevistado a un sacerdote diocesano, Pablo Guija, que me ha dicho que el pecado es todo aquello que hace daño al hombre. Creo que es una definición incompleta, porque tomar alcohol o un dulce hace mal al cuerpo y los cristianos tomamos vino, muchos tomamos dulces y otros fuman de vez en cuando, y ninguna de estas cosas las considero pecado. Como decía mi abuela, todo en su justa medida es bueno. Una cerveza, un dulce o el tabaco pueden ser terapéuticos, y más en compañía. Lo importante es no depender de esas cosas para ser feliz y sobre todo priorizar a Dios y el amor a los demás y a uno mismo.
Pablo Guija también me dijo que el pecado es no hacerle caso con nuestra soberbia a un consejo que Dios nos da. Pablo d´Ors me dijo que el mal está en la ignorancia, por lo que estoy convencido de que él respondería que pecamos porque nos falta conocimiento, conciencia o experiencia de lo que es el bien, el mal, el amor y Dios. Básicamente, diría que cuanto mayor es nuestro nivel de consciencia, menos pecamos, y eso es un ejercicio más espiritual y experiencial que otra cosa, aunque también puede ayudar mucho el avance intelectual. Según Jesús, hasta el pensamiento es pecado, por lo que para «no pecar» simplemente no debemos tener un pensamiento que haga daño a alguien y, por supuesto, no materializar un futuro potencial negativo que nos ha llegado en forma de sugerencia.
En realidad, no tener un pensamiento que haga daño a alguien a lo largo del día me gusta creer que es posible, pero de ahí a que sea verdad puede haber un trecho. Según Jean Pierre, no es posible vivir en la ley todo el tiempo, ni tampoco estarlo en la benevolencia. Mientras estemos despiertos dice que siempre vamos a recibir alguna sugerencia negativa o que haga daño a otros, y por eso todos somos pecadores. Pero nuestro doble es capaz de dejarnos libres del pecado cada noche al borrar esos futuros potenciales que hemos retroalimentado durante el día, por lo que es posible dejar de tener pecados, al menos temporalmente.
Sí es cierto que podemos «controlar» el flujo de información que nos llega haciéndonos cada vez más conscientes de él y tratando de hacer más caso a un tipo de pensamientos e ignorar otros. Imagino que cuanto más consciente seamos y menos caso hagamos a los pensamientos negativos, los desconocidos del futuro no aliados se irán rindiendo con nosotros. Es decir, van dejando de gastar tantas energías con nosotros y se enfocarán en otros que saben que pueden «dirigirlos” de forma más fácil. En consecuencia, estoy de acuerdo con Óscar en que para alcanzar el «no pecar» la clave está en cambiar nuestra memoria y pensamientos progresivamente con ayuda del doble y nuestro trabajo diario sobre la mente. Carlos Molano de @locunoia acierta en poner el foco en la Metanoia (cambio de mente o transformación interna que repercute en lo interno y lo externo positivamente). Imagino que Pablo d’Ors y Javier Melloni estarían de acuerdo con esto del cambio de memoria, mente e información, aunque Pablo hablaría más de nivel de consciencia, el cual subimos con ayuda de la Gracia de Dios. Javier es más difícil plantear una hipótesis respecto a lo que respondería, pero creo que hablaría más de purificación del alma.
Javier Melloni dice en mi entrevista: «El amor es la plenitud del Ser que deja Ser en plenitud». Y Dios es amor. Por lo tanto, no es descabellado pensar que el pecado es todo aquello que no deja a uno mismo y al otro Ser en plenitud.
Puedes sentir paz interior y a la vez estar triste. No es incompatible. Pablo d´Ors dice en mi entrevista que si tienes un sentimiento angustioso, de dolor o tristeza es porque estás pensando algo erróneo. Textualmente dice justo después: «si cambias tu pensamiento cambias tus sentimientos». La idea no es estar en certeza todo el tiempo y que no nos enfademos, no nos sintamos tristes y no nos angustiemos, porque entonces dejaríamos de ser humanos. Lo importante es que conforme más tiempo pase cuando nos sintamos así lo hagamos de manera mucho menos intensa, y que cada vez nos repongamos más rápido de esas situaciones para volver a la certeza. Y esto depende de la experiencia y los pensamientos.
Respecto a intelectualizar lo que sentimos… Bueno, yo diría que eso es lo que trato de hacer todo el tiempo: encontrarle una explicación o sentido a lo que siento. No lo veo mal siempre y cuando nos desapeguemos del resultado y no nos frustremos por no encontrarle una explicación en ese momento, porque puede que la respuesta la obtengamos mucho más adelante, o puede que nunca. Aunque tiene razón la suscriptora que me escribió la pregunta que no es conveniente intelectualizarlo todo, y mucho menos lo que sentimos, porque en ocasiones para los demás y para uno mismo es incomprensible.
Los sentimientos y emociones son importantes porque nos orientan, pero no nos definen. Se suele decir que hay que escuchar más al corazón que a la mente y el corazón es sintiente, no pensante. Pero, claro, si lo que sientes depende de lo que piensas…
La clave, en mi opinión, está en la información, por lo que estoy de acuerdo con Óscar en que lo que pensamos es lo más importante. Realmente lo que decimos, hacemos y sentimos depende de lo que pensamos. Los pensamientos parecen ser el origen de nuestro estado interno, el cual repercutirá en lo que decimos y hacemos. Pero también es cierto que nuestro Ser no depende de los pensamientos.
Además, estoy algo de acuerdo con Óscar en que el amor podría ser un ejercicio intelectual (por eso que decía Pablo d´Ors de que el mal está en la ignorancia), pero creo que esa idea está incompleta, porque estoy convencido de que el amor es algo mucho más experiencial o espiritual. No hay que ser un genio ni brillante intelectualmente para ser puro amor. Hay muchos hombres y mujeres sencillos o de pueblo o campo sin apenas cultura o educación (que no saben ni leer ni escribir) que no se han trabajado su mente y son puro amor.
Diría que para amar más y mejor el secreto es limpiarse de toda esa información negativa que hemos ido aceptando o que se ha quedado dentro nuestra inconscientemente y que personas sencillas o de pueblo no tienen porque no les ha llegado esa información al no estar tan expuestos a ella como los de ciudad, que no estamos tan en contacto con la naturaleza y la verdadera realidad. Aunque ahora con los medios de comunicación y las redes sociales ya estamos todos expuestos a la misma información.
